Tu tos me ha despertado hoy sobre las dos de la madrugada. He acudido a tu lado y me has pedido, entre los sopores del sueño , agua.
Te has dormido de nuevo enseguida, pero yo me he desvelado.
Me asomo a la ventana y Orión pasea majestuoso por el Sur. Delante de él, Aldebarán, "la que persigue" pues parece correr sin nunca alcanzarlas a las Pléyades por el cielo nocturno.
Siempre he sentido una gran fascinación por la observación de las estrellas. Me gusta mirarlas.
Recuerdo una experiencia fascinante un verano cuando tenía 16 ó 17 años, en León, una noche clarísima de Agosto con todo el cielo estrellado. Me tumbé en el suelo y me dejé llevar. Sin puntos visuales de referencia a mi alrededor, hubo un momento, apenas unas décimas de segundo, en que me invadió la sensación de que el que estaba arriba era yo y el firmamento se hallaba a mis pies, sintiendo un vértigo de caída hacia el infinito.No sé cómo explicarlo, pero fue una mezcla de sentimientos de miedo y de atracción fascinadora, como si me emborrachara de espacio.
Desde ese día, he repetido la experiencia todas las veces que he podido, que han sido pocas. Vivir en una ciudad te priva de una buena visión, y si me tirase en medio de la calle para ver el cielo, probablente me tomarían por loco.
Tengo la sensación de que esa llamada del infinito la llevamos en los genes. La Ciencia nos dice que cada átomo que forma nuestro cuerpo se cocinó previamente en el horno nuclear de una estrella. A lo mejor, lo único que hacen esos átomos es intentar volver a su lugar de nacimiento...
Tú pareces haber heredado esa fascinación. Te encanta mirar la Luna, la buscas, preguntas por qué no está algunas noches. Y ahora en otoño, que anochece antes y aún estamos en el parque o en la calle, miras al cielo y me dices
-"Mira, papá, una estella".
Cuando seas algo más mayor, te llevaré una noche a Carlota y a tí a mirar por un pequeño telescopio que tengo. Quizás os aficioneis, quizás os guste u os llegue a fascinar como a mí.
Os enseñaré los nombres de algunas estrellas y buscaré sus historias
" Después de muchas aventuras, Orión fue a la isla de Quíos, donde se enamoró de Merope, la hija del rey Enopión. Este accedió a que Orión se casase con su hija, pero exigió que el gigante demsotrara su valía llevando a cabo una serie de difíciles empresas. Cada vez que Orión terminaba una el rey le imponía otra. Al final, Orión comenzó a sospechar que Enopión no quería entregarle a su hija y que los trabajos no tendrían fin.
Se llevó a Merope a la fuerza, pero el rey descubrió el propósito del gigante, al que apresó y dejó ciego para después arrojarlo a la orilla del mar a fin de que errara por la tierra en tinieblas"
Que las estrellas te llenen como me llenas tú.
" Amé tanto las estrellas que no temeré a la noche eterna"
Te quiere, papá
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