Qué complejo es el cerebro humano, hija mía.
Ayer al anochecer, mientras tú cenabas en el salón, aproveché que mamá te daba de comer para salir a fumar (sí, confieso que fumo, mea culpa) un cigarrillo a la terraza.
Contemplaba el mar, y dejaba volar libre a mi mente, sin pensar en nada en concreto.
De repente, me pareció oír un sonido familiar, un sonido casi arrancado de mis recuerdos más profundos, más lejanos, más cercanos al entorno de mi infancia, por las calles del barrio del Carmen.
Estoy seguro de que no oí lo que creí oír en realidad, pero en mi mente se desató un mecanismo que me trajo de nuevo a la memoria la melodía tantas veces oída en mi niñez, en la cual hacía mucho mucho tiempo que no pensaba, del reloj de la Caja de Ahorros en la plaza del Carmen.
Volvieron a resonar en mi cabeza las notas del carrillón, la cadencia de los sonidos.
Y mi mente voló a un anochecer lluvioso, saliendo de casa de mi abuela en la calle Santa Rosa, donde nací, con mi mamá, caminando bajo la lluvia por la calle Santa Lucía para llegar a la calle Corrida y llegar a la parada del autobús en la plaza del Carmen, junto al antiguo edificio de la telefónica.
Pocos coches, la fuente iluminada, un guardia municipal con casco blanco y guerrera azul marino, el orbayu cayendo, la marquesina... y de fondo, de banda sonora de aquella escena, el carrillón del reloj, creo recordar que con la melodia de la canción "la Virgen de Covadonga" aunque no estoy del todo seguro.
Sonidos que no existen para rememorar escenas que ya pasaron pero que permanecen vivas en nosotros.
Qué extraña es la naturaleza humana.
Quién sabe qué recuerdos tú tendrás cuando seas mayor. Espero que los más felices posibles.
Hago todo lo posible para que así sea.
Te quiere, papá.
Nunca caminarás sola.
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