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martes, 19 de junio de 2007

"Cuéntame una historia nueva, papito"

Querida hija, parece que la moda de que todos los días por la noche me pidas que te cuente el cuento de Blancanieves, empieza a tocar a su fin. Menos mal, la historia de tanto repetirla empieza a cansar al contador y al oyente.
Ayer me pediste "una historia nueva".
Qué difícil improvisar, así de buenas a primeras, pero hice un pequeño esfuerzo y me inventé una historia de un estanque en un parque en el que vivían un pato muy bonito, al que todos los niños echaban de comer, y una rana, pequeña y feucha, a la que nadie veía y que se conformaba con lo que el pato dejaba.
Lo habrá que pulir un poco, darle más forma, introducirle detalles y por supuesto una enseñanza o moraleja, que te sirva de ayuda para comprender valores buenos.
A decir verdad, los cuentos tradicionales siempre me han parecido algo truculentos, llenos de violencia, lobos que se comen niñas, brujas que envenenan...
Procuro que las historias que te cuento tengan un mensaje positivo, que te enseñen buenos sentimientos, que aprendas a respetar a los demás, a compartir, a querer.
Lo hago lo mejor que puedo y sé.
Espero no equivocarme y ponerte en el buen camino de ser buena persona.
Bueno, allá va, en esencia , la nueva historia.
Érase una vez, un estanque en un parque.
En él vivían un pato grande y precioso, con plumas
de muchos colores, al que todos los niños le iban a echar pan por las tardes
a la hora de merendar.
El pato se comía todas las migas de pan que los niños le lanzaban al agua.
Pero en el mismo estanque, un poco apartada de la vista de todos
vivía una ranita pequeña y verde, no tan bonita como el pato,
sobre una hoja de nenúfar.
La pobre ranita estaba triste y hambrienta, pues los niños
no se fijaban en ella y no le echaban de comer,
así que se tenía que conformar con las migas que el pato no comía.
La ranita, cuando los niños se marchaban, salía tímidamente de entre las ramas
y se acercaba nadando, muy despacito, sin hacer ruido para no llamara la atención
a donde el pato había dejado las migas de pan que ya no quería.
Un dia, el guarda del parque vio a la rana triste y hambrienta
y se dio cuenta de que los niños no le daban de comer.
Entonces se le ocurrió la idea de hacerle una foto y colocarla en un cartel
al lado del estanque, para que los niños se dieran cuenta de que vivía allí
y también le echaran de comer.
A partir de aquel día, los niños descubrieron que vivían otros animales
además del pato en el estanque del parque
y ya no dieron de comer sólo al pato, sino que a todos les echaban migas de pan.
Todas los animales, grandes o pequeños, bonitos o menos bonitos,
tienen sentimientos.


Te quiere, papá.
Nunca caminarás sola.

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