El otro día, cuando salíamos de casa, justo al dar la vuelta a la esquina, nos volvimos a encontrar con él. Estaba sentado, como casi siempre, en la acera. Lleva un cartel que cuenta la situación de su familia, unas frases que son como una súplica, una petición de auxilio. Tú, María, ibas cogida de mi mano. Nos acercamos a él y le eché unas monedas, menos de las que hubiera querido, en su bolsa.
-"¿Por qué le das moneditas?", me interrogaste con esa inocencia que sólo la infancia puede cobijar.
-"Porque tenemos Suerte, mi vida, y la hay que compartir."
Me miraste y no volviste a decir nada durante unos minutos. No creo que lo hayas comprendido, pero estoy seguro que la situación, la sensación que te haya dejado, se quedará como un poso en tu interior.
Tenemos Suerte. Vivimos bajo un techo y tenemos comida en el plato todos los días, mejor o peor, porque a veces llegar a fin de mes es una batalla, pero podemos vivir con las necesidades básicas cubiertas.
Tenemos Suerte pues hemos nacido en esa pequeña parte del Mundo donde la alimentación diaria y la salud no es una utopía.
Tenemos Suerte pues vivimos en la sociedad de la abundancia, donde ver a los niños morir por las calles no es algo cotidiano.
Por toda esa Suerte, debemos de dar gracias. Y por toda esa suerte tan poco o tan mal repartida, debemos de ser solidarios.
Papá y mamá hacen lo que pueden, no ganamos mucho, lo suficiente para vivir, pero entendemos que hay gente que no tienen ni eso y por ello ayudamos en lo que podemos a varias ONG.
Y cuando tengo ocasión y dinero, reparto lo que tengo. No es mucho, lo sé, quisiera que fuera mucho más. "Grano no hace granero, pero ayuda al compañero" nos decía el hermano Esteban en el colegio.
Si fueramos muchos los que actuamos así, repartiríamos más y algo empezaría a moverse del lado de la balanza de los desheredados de la Tierra.
Ayuda a la gente, María, reparte tu suerte. Es una satisfacción interior indescriptible hacer el bien. Y es la forma de sentirte un poco más como un Ser Humano de verdad.
P.D: hoy he visto de nuevo a la señora del muñeco( hace tiempo, pobre, andaba por las calles con una muñeca en sus brazos a la que trataba como si fuera su bebé, como yo te trato a tí. ¡Pobre mujer no colmada con la bendición de la maternidad¡). La he descubierto durmiendo en el cajero automático de un banco. He entrado y le he dejado a su lado los tres euros que tenía para comprar tabaco y tomar un café. Lo necesitaba más que yo. Hoy desayuno una buena ración de "estoy bien conmigo mismo".
Sé buena, mi amor, comparte tu Suerte.
Te quiere, papá
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