Querida hija, desde hace una temporada, tu mamá y yo hemos sufrido una pequeña prueba de paciencia.
Hace como unos veinte días, te negaste a dormir la siesta después de salir de la guardería al medio día. Al principio nos lo tomamos un poco a la ligera, creyendo que en realidad no necesitabas ya dormir la siesta. Pero nos equivocamos, como tantas veces. En el hospital se olvidaron de darnos el" Manual de los perfectos papás".
Sí necesitabas dormir, pues a eso de las 5 de la tarde te quedabas dormida, lo que querías era estar con nosotros, jugando mientras comíamos. Aquello para tí era una novedad, y ¿hay algo más atrayente que la novedad?.
Durante unos días te permitimos salirte con la tuya, pero las consecuencias eran malas, tu horario de sueño se trastocaba y tu humor variaba de un momento para el otro.
Este último viernes, decidimos volver a la normalidad anterior.
Armándonos de infinita paciencia, volvimos a la rutina normal a la vuelta del cole.
Te desvestimos como todos los días, te pusimos el pijama y el pañal ("sólo para dormir" ) e hicimos caso omiso a tu insistentes afirmaciones.
-"No quiero dormir. Quiero ir al salón, ¿vale papito?".
-"No, cariño, tienes que dormir."- te insistí a cada una de tus peticiones.
Al llevarte a la cama comenzó una batalla psicológica, tú armada de tu tozudez y de rabietas, yo pertrechado de paciencia.
Al cabo de una hora completa de súplicas para que te levantara y de negativas por mi parte para hacerlo, tras lloros de rabia, intentos de bajarte de la cama atajados cariñosa pero firmemente, te calmaste, fuiste consciente de mi determinación y te acabaste calmando, agotada, cansada.
Así, te pude hablar, con palabras suaves de que tienes que obedecer a papá y a mamá, que hacen las cosas por tu bien y por que te quieren, que necesitas dormir la siesta para luego ir a jugar cargada de energía al parque...
-"¿Me cuentas un cuento, papito?"
Era tu rendición definitiva.
Dormiste más de dos horas. Te fui a despertar a la cama, cantándote una canción, bajito, casi en un susurro. Te abrazaste a mí.-"Papito, te quiero mucho".
Es difícil educar a un niño, una gran responsabilidad, una apasionante tarea, a veces dura, pero siempre gratificante.
Creo que lo hacemos bien mamá y yo. Al menos ponemos todo nuestro amor en ello.
Te quiere, papá.
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