Las creí perdidas durante mucho tiempo. Sólo habitaban en mi memoria, algunas completas pero otras fraccionadas o sólo el estribillo.
Te las canto de vez en cuando y algunas me las pides tú misma.
Ayer, para sorpresa y alegría de todos, apareció el viejo vinilo con las canciones de mi infancia.
Qué tremenda ilusión. Al fin puedo recuperar para tí las canciones que yo escuchaba cuando era niño, las mismas que al oírlas ahora me transportan en el tiempo y me llevan al final de la década de los 60 y principios de los 70, al salón de casa de mi abuela, ante el viejo tocadiscos de mi primo Suso, oyendo las notas que me llenan de emoción ahora.
Puedo ver el pequeño carrusel de espejos que se acoplaba a uno de aquellos discos y que al girar, nos llevaba a un tiovivo de feria.
Es increíble la capacidad evocadora que pueden tener unas notas musicales, un olor, una caricia.
Escucho una canción, y el tiempo se dobla sobre sí mismo, y me transporta.
Qué recuerdos tan felices, María.
Ahora queda recuperar esas canciones, grabarlas en un formato más moderno para que las puedas escuchar y guardar como un tesoro ese viejo disco para que tú, quién sabe, algún día se lo pongas a tus hijos y les cuentes que ese u otro cualquiera, te devuelve a momentos felices, a etapas de tu vida en las que las preocupaciones y los desvelos no existían y que te hagan rememorar el profundo amor que de todos nosotros recibiste.
Te quiere, papá
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