Esa frase me la has dicho ayer, cuando te secaba después de salir del baño.
Eso mismo te lo dije yo hace unos días, cuando estabas aún temerosa de entrar en la bañera, pues hace poco resbalaste y te hiciste algo de daño en una manita. Te la curé con la fórmula mágica del sana,sana, culito de rana y unos besos.
Como te decía, te acercabas a la bañera con recelo, llorabas un poco y ponías la mano rígida. Entonces yo te pregunté qué te pasaba y tú me dijiste que nada. Al verte un poco asustada, te abracé, te dí unos mimos
-"No tengas miedo, mi amor. Papá te va a cuidar siempre y no dejará que nada malo te pase".
-"¿Siempre?"- me interrogaste
-"Siempre, mi vida".
Y ahora eres tú la que me lo dices.
Los niños soys como esponjas, todo lo absorbeis, adoptais nuestras costumbres y asimilais nuestras actitudes.
Por eso es una labor de tanta responsabilidad la de educar a un hijo.
Por eso a veces temo no estar a la altura de las circunstancias.
Qué tremenda responsabilidad y a la vez que aventura tan apasionante.
Espero inculcarte sólo buenos sentimientos pero enseñarte que también los hay malos y que estos últimos son los que debes de evitar a toda costa.
Querida hija, no sé si lo haré del todo bién, pero te aseguro que me empeño con fuerza para hacerlo lo mejor que sé.
Te quiere, papá.
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