Querida María, te escribo para darte las gracias por ser tú, por recibirme cuando llego a casa cansado siempre con una sonrisa, un abrazo y un beso.
Gracias por llamarme Papito.
Gracias por pedirme que te lea un cuento.
Gracias por invitarme a sentarme contigo a ver los dibujos.
Gracias por pedirme canciones y por cantarlas conmigo.
Gracias por decirme "te quiero".
Gracias por curarme al jugar a los médicos.
Gracias por pedirme que te bañe cada día.
Gracias por reclamarme cada noche el cuento de Blancanieves.
Gracias por hacerme sentir de nuevo un niño.
Gracias por todo, María.
Te quiere, papá.
Nunca caminarás sola.
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