Buscar este blog

lunes, 21 de febrero de 2011

Buenos días, María.

Querida hija,hoy como todos los días, te he llevado a la parada del autobús para ir al colegio.
Al llegar al lugar habitual, hemos vuelto a tener una conversación sobre la muerte, tema que parece te tiene bastante obsesionada. No me extraña, yo de pequeño tenía los mismos miedos que tú ahora me comunicas, con la diferencia de que yo me los quedaba dentro, no los comunicaba a nadie.
Tú eres mejor que yo, pues los compartes conmigo y así me das la oportunidad de intentar aliviar tus penas.
-"Papá, ¿falta mucho para que tú y mamá os muráis?"
-"Claro hija, todavía nos quedan muchísimos años para estar juntos".
-" Es que si vosotros os morís, yo me quedaré sola". Y a tus ojos se asomaron las lágrimas.
Me agaché, te abracé y te besé el pelo. Lloraste un poquito en mi regazo, mientras te besaba y te aseguraba que para que me muera, aún falta mucho tiempo y que aún después de que eso ocurra, no te dejaré sola nunca.
Qué difícil y apasionante a la vez es ser padre. Como todos los padres, deseo que mi hija no sufra o al menos sufra lo menos posible, aunque sé que el sufrimiento es inevitable y que lo  pasarás mal . Pero quiero que sepas que cuando eso ocurra, yo estaré siempre contigo para consolarte y ayudarte.
Nadie sabe cuándo morirá. Pido tener muchos años por delante para verte crecer, hacerte mayor, triunfar y fracasar, reír y llorar y sobre todo, intentar ser feliz.
Hoy más que nunca , te digo:
Nunca caminarás sola.

Te quiere, papá.

No hay comentarios: