Querida María, estos días de carnaval o Antroxu hemos tenido mucho más tiempo para estar juntos, salir de paseo y jugar. En los momentos compartidos me he dado cuenta de cuántas cosas haces de la misma manera que yo las hacía cuando tenía tu edad.
Por poner sólo unos ejemplos, te contaré que también te subes a los sitios altos con la pierna izquierda ( y somos diestros ), juegas en los bordillos de las aceras o de los jardines como yo hacía, imaginando que a un lado hay lava volcánica y al otro cocodrilos ( jo, es que eso también lo hacía yo, y con las mismas imágenes de peligro) las ideas que tienes sobre los niños pobres y cómo podríamos ayudarlos y por último tu gran temor a quedarte sola, a que nos muramos y no puedas vivir con nosotros.
Ayer noche, cuando te acosté y me eché un poco a tu lado para contarte un cuento, te pusiste a llorar, y me volviste a contar ese miedo a la muerte y a quedarte sola.
Te abracé y te besé intentando calmarte. Y te dejé llorar, pues sentí que lo necesitabas, que si no echabas fuera esa congoja, te podría hacer mucho mal.
Te queremos muchísimo hija, y esperamos compartir contigo el mayor tiempo posible. Sólo te puedo decir que todavía falta mucho tiempo para que eso ocurra y que no debes preocuparte ahora de esas cosas. Pero ese mismo sentimiento lo tenía yo y la muerte repentina de mi padre cuando yo tenía sólo 11 años creo que me marcó para siempre.
Sólo espero que eso a tí no te ocurra y que Dios me permita disfrutar de tí por muchísimos años.
Todo esto y otras situaciones más, me llevan a pensar que es posible que los pensamientos, o almenos algunas tendencias de pensamiento puedan ser transmitidas de padres a hijos. No sé si de una forma genética o educacional, aunque esto último lo dudo, pues nunca te he hablado de la muerte antes de que tú me lo hicieras a mí.
¿Es posible que trasmitamos a los hijos nuestros pensamientos? ¿Qué canal de comunicación no explorado aún se establece entre un progenitor y su hijo? ¿Hay acaso un nexo invisible entre nosotros, una unión no medible que sirve como vehículo de trasmisión de pensamientos y sentimientos?...
Confuso y contento.
Nunca caminarás sola.
Te quiere, papá.
Por poner sólo unos ejemplos, te contaré que también te subes a los sitios altos con la pierna izquierda ( y somos diestros ), juegas en los bordillos de las aceras o de los jardines como yo hacía, imaginando que a un lado hay lava volcánica y al otro cocodrilos ( jo, es que eso también lo hacía yo, y con las mismas imágenes de peligro) las ideas que tienes sobre los niños pobres y cómo podríamos ayudarlos y por último tu gran temor a quedarte sola, a que nos muramos y no puedas vivir con nosotros.
Ayer noche, cuando te acosté y me eché un poco a tu lado para contarte un cuento, te pusiste a llorar, y me volviste a contar ese miedo a la muerte y a quedarte sola.
Te abracé y te besé intentando calmarte. Y te dejé llorar, pues sentí que lo necesitabas, que si no echabas fuera esa congoja, te podría hacer mucho mal.
Te queremos muchísimo hija, y esperamos compartir contigo el mayor tiempo posible. Sólo te puedo decir que todavía falta mucho tiempo para que eso ocurra y que no debes preocuparte ahora de esas cosas. Pero ese mismo sentimiento lo tenía yo y la muerte repentina de mi padre cuando yo tenía sólo 11 años creo que me marcó para siempre.
Sólo espero que eso a tí no te ocurra y que Dios me permita disfrutar de tí por muchísimos años.
Todo esto y otras situaciones más, me llevan a pensar que es posible que los pensamientos, o almenos algunas tendencias de pensamiento puedan ser transmitidas de padres a hijos. No sé si de una forma genética o educacional, aunque esto último lo dudo, pues nunca te he hablado de la muerte antes de que tú me lo hicieras a mí.
¿Es posible que trasmitamos a los hijos nuestros pensamientos? ¿Qué canal de comunicación no explorado aún se establece entre un progenitor y su hijo? ¿Hay acaso un nexo invisible entre nosotros, una unión no medible que sirve como vehículo de trasmisión de pensamientos y sentimientos?...
Confuso y contento.
Nunca caminarás sola.
Te quiere, papá.
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