Querida hija, desde hace una pequeña temporada, en tus conversaciones conmigo, sale el tema recurrente de la muerte.
Creo que es una etapa normal en la que el ser humano debe enfrentarse al segundo misterio de sus existencia tras el de la propia vida, que es la muerte.
-" No te vas a morir, ¿verdada, papá?" me decías el otro día con los ojos llorosos.
Te abrazé y lloré un poquito contigo. Recordé que a mí de niño también me angustiaba la idea de la muerte de mis padres, de mis hermanas, de los abuelos, de la gente a la que quería.
-"Cariño, todos nos morimos, pero eso pasará dentro de muchos, muchos años."
-"Pero yo no quiero que te mueras, papá. Yo no quiero cumplir más años, no quiero tener más de 8 años. Cuando cumpla 8 años ya no cumplo más años, ¿vale, papá?".
Qué decirte. Sé de el desasosiego que sientes pues yo pasé por el mismo. Y creo que lo único que puedo hacer es darte cariño y no engañarte.
-" María, crecerás como todos los niños, como yo crecí, y te harás mayor. Pero eso va a ser dentro de mucho tiempo. Vamos a jugar a las princesas"
Es complicado educar a una hija. No vienen con libro de instrucciones y cada día es una aventura apasionante y enriquecedora. Un hijo te dá un master en psicología, en pedagogía y los únicos requisitos para lograr un buen resultado son amor, amor y más amor.
Ayer, cuando te acosté, volviste a cogerme de la mano y rezamos juntos.
" Jesusito de mi vida, tú eres niño como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón."
-"¿Ves, María? Jesús es también un niño y por eso quiere tanto a los niños y los protege."
Te incorporaste en la cama y me diste un abrazo-" Te quiero, papito".
Al volver a recostarte me contaste que Jesús tiene montones de ángeles de la guarda, que son muy pequeñitos y por eso no se ven y que les manda uno a cada niño para que les cuide.
Te volviste a dormir cogida a mi mano.
Buenas noches, ratonín, que descanses.
Nunca caminarás sola.
Te quiere, papá.
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